22° BAFICI: «Concierto para la batalla de El Tala». Respuesta a Pablo Martín Weber

Por Tomás Guarnaccia.


La velocidad y la vertiginosidad que puede tomar un debate crítico no deja de sorprenderme.  Lo que iba a ser una respuesta a una crítica mía por parte de Pablo Martín Weber, se transformó en una problematización más amplia cuando, en medio de la edición de su texto, apareció Nicolás Prividera con nuevas palabras sobre Concierto para la batalla de El Tala. El texto de Weber aún interpela al mío y deja más interrogantes que respuestas, algo que se celebra y que induce a profundizar un poco más.

INTRODUCCIÓN

Solo un necio negaría los hallazgos del texto de Weber, primordialmente sus apreciaciones sobre la problemática del Cine Nacional, como así también su expresa voluntad de pensar(se), como cineasta inscripto en una tradición, en un horizonte posible para el cine argentino. Ahora bien, solo alguien distraído dejaría pasar algunos tropiezos, los cuales preferiría señalar rápidamente para luego sumergirnos en la pulpa del asunto.

En principio, me une con Weber la posibilidad de una doble lectura sobre el material. Ambos parecemos trabajar rompiendo la unidad esencial película y dejando lugar a un juego de zoom in y zoom out entre la propia materia fílmica y el Mundo, la Historia. Ahora bien, el lente de Weber alcanza aperturas maravillosas, como así lo demuestra su capacidad para traer a colación un artículo de la Constitución Haitiana de 1805 al debate, pero, y aquí reside el problema, su acercamiento resulta limitado ante ciertas particularidades de la película que desestabilizan su argumentación y licúan su defensa. Un ejemplo claro de este corto rango focal se da cuando desestima, en un solo movimiento, mi lectura del prólogo del film como una crítica del gobierno actual, y el trazado genealógico que realizo para unir a los Unitarios con los sectores más reaccionarios de la Argentina contemporánea por ser una mirada “construida sobre pasos cada vez más distantes entre sí, a partir de los cuales se van dando por supuestas una cantidad cada vez mayor de cosas que no están probadas ni tienen asidero real en la película, sino más bien en la cabeza de quien escribe”. Ciertamente, mis dichos merecen una profundización histórica más rigurosa, pero hay que destacar algo: Weber sentencia mi lectura como emprobrecedora sin en ningún momento proponer algo que ilumine los huecos de mi argumentación, enarbolar un contraargumento o mencionar una secuencia de la película como prueba de mi falacidad.

Concierto para la batalla de El Tala (Mariano Llinás, 2021)

No voy a ponerme a describir el derrotero generacional de aquellos Unitarios, ni voy a mencionar a Alsina, Avellaneda, Roca y otros conservadores que llegan hasta la década infame y se perpetúan aún más en el tiempo. Este no es el lugar, ni el eje que me interesa proponer hoy; como tampoco parece ser el que le interesa a Llinás, quien en los comentarios del texto de Prividera se queja de una visión del cine que se basa en “La unívoca definición de las propias intenciones, por fuera del misterio y de la aventura (que significa, precisamente, ir hacia donde no se sabe)”. Llinás no se da cuenta de que estamos en el mismo tren; lo que más deseamos (e incluyo a mi joven colega en el plural) es misterio y aventura; Weber lo explicita muy bien al final de su texto cuando dice hallar en el registro formal lúdico de Llinás la voluntad de buscar los enigmas “más profundos del mundo y de la libertad”. Pero, de nuevo, olvida dar un ejemplo del film que exprese tamaña y noble misión. Como creí haber dejado entrever en mi texto: el problema no es tanto ideológico —no únicamente, al menos—, es de física cinematográfica. Y todo parte de algo que, increíblemente, se nos viene escurriendo entre los dedos a lo largo de esta discusión: el no detenerse en la (pobre) estética cinematográfica que Llinás despliega en Concierto para la batalla de El Tala. No se trata de desenmascarar a un gorila como si esto fuese un episodio de Scooby Doo, se trata de develar el doble fondo de la caja del ilusionista.

Otro crítico que respeto dijo una vez: “Lo que el contextualista tal vez no llegue a percibir es que la misma organización sensible que propone una película es de por sí una cuestión política de primer orden”. Como detesto, tanto como Weber, Llinás y muchos más, los debates basados en la tautología, o en un mero ping-pong de izquierda a derecha, no voy a ir “directo hacia el típico planteo privideriano”, como dice Weber que hago. Quizás tome la sugerencia que Peirotti, en su crítica, parece dejar sobre la mesa: “¿por qué no gritar desde la película, no por la misma?”. Juguemos, entonces, en ese otro campo.

NUDOS

1. zoom in

Cuando hablo de “ilustración” en mi texto, no me refiero a la élite argentina que formó el Salón Literario a mediados del siglo XIX —de eso podemos hablar más adelante—. Hablo de algo más sencillo y elemental: de la idea de cliché. Ahora bien, ¿qué es un cliché? Podríamos definirlo como la graficación de una idea en una imagen simple, sin dobleces, unidimensional, un concepto llevado a su representación más elemental. El cliché es el lugar común. Dicho esto, sería falso afirmar que el procedimiento de los intertítulos en Concierto para la batalla de El Tala es anti-cinematográfico o que corresponde a una maniobra perezosa por parte del director (ese sería un lugar común crítico). La palabra escrita glosa de fuerte poder cinematográfico, pero, como todo en el cine, dicho poder depende de las imágenes y los sonidos con los que se entrelaza. Allí, en las relaciones de contigüidad y mixtura entre los planos y los sonidos, se vislumbran las fisuras del film y emergen los clichés.

Concierto para la batalla de El Tala (Mariano Llinás, 2021)

Los espacios representados en la nueva obra de Llinás no son dos, sino tres: los intertítulos, el estudio de grabación, y lo que podemos llamar sus adyacencias (principalmente el propio hogar de Llinás). A lo largo de Concierto para la batalla de El Tala, el diálogo, tanto sonoro como visual, entre estos espacios, va de escaso a inexistente. Un momento puntual del film donde los tres espacios se enfilan progresivamente sintetiza una noción clave para comenzar a tirar líneas: tras los textos que anuncian la disposición de las fuerzas en el campo de batalla, un intertítulo anuncia que “Comienza el combate”, y a continuación se corta a un plano de la trompista que parece ejecutar una voz de mando militar con su instrumento. Todo va bien, las imágenes se amañan, discurren, dialogan espaciotemporalmente, pero la fluidez termina por interrumpirse en un súbito plano que muestra a una mujer paseando un carrito en una vereda, el cual se modifica mediante un travelling rumbo-a-la-nada que corta abruptamente a un nuevo intertítulo. Cualquier elegancia —algo que ciertamente preocupa al director— o unidad sensorial se ven destrozados por un corte intempestivo. Los tres espacios se agrupan, pero ¿para qué? No lo pregunto en busca de una justificación de clausura clásica, sino interrogándome acerca del valor estético que puede residir en dicha excursión por la más banal cotidianidad, autorreferencial y trivial, en contrapunto con la relectura de la épica del noble general unitario. “Un chiquilín que se distrae en medio de la avanzada para comer caramelos”, así describe Paz a Lamadrid, una definición que bien podría caberle a Llinás en el tratamiento de Concierto para la batalla de El Tala. La avanzada es sobre la Historia Argentina, mientras que las derivas, más que por caramelos, son por los senderos hacia un cine torre de marfil. Allí, una fisura.

Como el título del film lo indica, esto se trata de un concierto, de una película músical. Llinás se lanza sobre la misión de filmar la música, y para ello su tratamiento es doble: en un primer nivel, una sucesión de travellings in y out a los distintos músicos, entrelazados con algunos planos fijos, y en segundo nivel, la infaltable puesta en abismo juguetona pamperiana que viene a mostrar al propio equipo de grabación registrando las imágenes del concierto. Ahora bien, por un lado, el registro de los músicos parece querer buscar reminiscencias en aquellos despampanantes travellings con los que Hugo Santiago filmó a la orquesta de Rodolofo Maderos en un film del que hablaremos más adelante, pero se queda corto al carecer de las sutilezas y el cuidado plástico de aquel registro. Digámoslo: Llinás nunca fue un esteta, su fuerte siempre fue la narrativa, algo que en esta película se debilita. Ahora bien, el registro de ambas troupes artísticas podría generar un interesante contrapunto, un diálogo horizontal entre dos artes, pero al todo comenzar y acabar en las placas de los intertítulos —el espacio al que el film prodiga la mayor atención, y donde reside la “avanzada” que arremete Llinás—, la puesta en abismo parece más un yeite modernista que una puesta en tensión entre disciplinas. Algo similar sucede en dos films recientes de El Pampero Cine: Las poetas visitan a Juana Bignozzi (2020) y La vendedora de fósforos (2017) (y en otras, pero hagamos un recorte). Tanto allí, como aquí, la aproximación con otras disciplinas artísticas es la de la absorción, se subsume a los otros. Lxs pamperistas no filman teatro, filmaciones, conciertos o poetas, se filman a sí mismos filmando y construyendo sus propias obras, el otro es excusa para un ombliguismo autocentrado, un auto-regodeo; las nuevas temáticas recaen en una estructura prefijada, en una idea inamovible de cine, en un cliché.

Las poetas visitan a Juana Bignozzi (2019) / La vendedora de fósforos (2017)

El encierro en el estudio se condice con el encierro en la casa y con el encierro en un puñado de lecturas/intertítulos. No nos encerremos nosotros celebrando un film que remite a “disrupciones narrativas divertidas que practicaron los soldaditos de la Nouvelle Vague”, según la descripción que prodiga Peirotti; algo que en los ‘60 era rupturista y que hoy tiene gusto a fórmula. En este movimiento me cuesta encontrar una relectura de los tópicos borgeanos del honor y el coraje que encuentra Weber, como así también me cuesta ver un cine desplazado y “universalizado”, ¿hay apertura cuando el cine se repliega sobre formas codificadas? Pero, bueno, la cosa parece ser así. Prosigamos.

Quizás uno de los puntos más burdos del film se de durante la descripción de los atributos y las fortalezas de Lamadrid a la hora de luchar. La imagen doméstica a lo largo de la película prueba ser un punto de fuga del relato épico más que un contrapunto con la contemporaneidad, pero en ningún momento se presenta de manera tan atomizada y digresiva como aquí. “Así combate / Lamadrid / Como una mujer en el momento inmediatamente anterior / al placer sexual / Sus cicatrices están ahí, palpitantes / Sus heridas” dicen los intertítulos, mientras el contrapunto con el plano íntimo contemporáneo muestra en la misma secuencia a Laura Paredes, la conocida actriz pareja del director, acostada en una cama ¿Qué viene a sugerir este coqueteo espaciotemporal entre imágenes? ¿una búsqueda poética que traza un paralelo entre el coraje del guerrero y la sensualidad femenina? o es ¿un continuum de la heroicidad del mártir unitario en las mujeres de nuestros días? y si ese fuera ese el caso, ¿por qué una celebración a través de esa afiliación militarista un tanto grotesca (y problematiquísima)? Pero, quizás no sea ese el caso, quizás sea más simple, y solo sea una afiliación digresiva posmoderna, una búsqueda de algo, “¿Qué? / Algo”. En esta indeterminación es donde se mueve Concierto para la batalla de El Tala: un piso de sentido, esquivo, atomizado y banalizado.

Si el cortometraje Homenaje a la obra de Philip Henry Gosse, de Pablo Weber, es tan valioso como creo que lo es, es porque recorre un mundo inexplorado para el cine de manera fresca y novedosa, se concreta en pantalla la invención de una novedad, se amplía, en un mismo movimiento, a fuerza de reflexiones visuales y sonoras, el mundo de lo posible y el mundo de lo visible. Asimismo, Weber identifica que lo político en la obra Llinás, y en esta película, reside en una “profunda reformulación de las nociones de director/a y, en última instancia, de la noción misma de Cine”, entonces, por lo tanto, a la luz de Concierto para la batalla de El Tala, me animo a preguntar: ¿Qué cambió? ¿Qué es lo nuevo? ¿Cuál es la modificación? ¿Qué es lo desconocido que devela esta película? Sinceramente, estéticamente veo poca cosa asomando entre la maleza, veo algo quieto, sostenido en clichés y gratuidades, algo conservador.

2. zoom out

Weber, tras argüir que hallar una unión entre los Unitarios liberales con los políticos entreguistas del presente sería asignar “el honor, el coraje, la denuncia de las arbitrariedades del poder” a “nuestros enemigos”, se pregunta: “¿No podríamos afirmar que en este país seguimos viviendo bajo la dicotomía de la civilización y la barbarie? ¿De qué otra forma podríamos describir, por poner un ejemplo, a una clase social que incendia bosques nativos para construir horrendos country clubs sino como bárbara?”. Weber tiene un error de concepto: no se trata de una dicotomía con asidero en la materia social, desde su nacimiento, la fórmula civilización/barbarie es una forma de lectura, un sistema de pensamiento impuesto por la ilustración argentina, un canto burgués diametralmente opuesto al de los haitianos. Por lo tanto, esta antinomia, al ser una matriz para pensar a la Argentina por derecha, es tan válida hoy como lo fue ayer y lo será mañana. No “seguimos viviendo bajo la dicotomía”, vivimos junto a personas que aún leen el mundo a través de ella, y junto a poderosos que manejan medios que siguen propagando ese sistema de pensamiento; por eso la categoría de “bárbaro” nunca le caería a los empresarios que incendian bosques y sí lo haría sobre los manifestantes que corten rutas para protestar por la quema.

Evocar la antinomia no es suscribir a ella, claro está. En el cine se puede evocar a cualquier clase de conservadurismo o a cualquier sujeto nefasto de la Historia y no por eso, necesariamente, suscribir a sus ideas. Lo que puede suceder, que creo que es lo que pasa en Concierto para la batalla de El Tala, es que las propias imágenes, por su volatilidad, se acercan peligrosamente al armazón que contiene esas ideas.

Concierto para la batalla de El Tala (Mariano Llinás, 2021)

“¿Para qué me lo haces leer, o qué es, básicamente?” pregunta una actriz a la que, cerca del final del film, el equipo de filmación le da para leer un fragmento de los textos frente a cámara. La mujer lee y, claramente, no entiende. Bernades se pregunta al respecto de esta escena: “¿Representaría esa actriz al espectador de Concierto para la batalla de El Tala, para quien aquel coraje nacional suena tan ajeno como un poema o cuento de Borges, de esos que hablan de orilleros de ley? Es posible, aunque no probable”. Tomemos la posibilidad —aunque es cierta la probabilidad de que sólo sea otra deriva—. Si una particularidad poseen los ilustrados, es la de la superioridad, la de la autoridad conferida por un elitismo cultural a posicionarse por encima de, digamos, el horizonte genérico social. Ahora bien, como dijimos, las supuestas búsquedas estéticas de Concierto para la batalla de El Tala se atomizan y banalizan a lo largo de toda la película, cosa que no hace su discursiva textual. Si bien en los primeros momentos de interpelación al presente, en el prólogo, Llinás se coloca entre aquel horizonte donde reside la ciudadanía común (“nos acusan / a los ciudadanos”, “Los ciudadanos / no somos niños”), como bien señala Prividera, luego confiere una voltereta para adueñarse de la mirada paternalista que critica en los gobernantes (“(…) es cierto/ que los niños / son desagradecidos / y que hay muchas cosas que no les importan”). De esta manera, avanzado el film, tras conferir su lectura de la Historia se termina de separar, toma distancia y le habla al horizonte (“yo creo que / la moraleja / sería algo / así”), pronuncia su ya conocida advertencia, su llamado de atención resguardado por los esgrimistas. Por estos dos puntos, y por el simple hecho de que todo el film se andamia alrededor del coraje y la victoria de un solo hombre, mitificado al punto de casi convertirlo en ficción, una historia mínima dentro de la Historia, no puedo más que alejarme de la lectura que Weber hace de Concierto para la batalla de El Tala. Si “somos todos negros”, ¿por qué Llinás confiere una lección de historia con una moraleja dirigida a la ciudadania-niño? y ¿por qué esta moraleja sería aplicable al presente si se extrae del mérito de un solo hombre? y más aún, ¿qué relectura del heroísmo se puede extrapolar al presente si representa a aquella joven como a una ignorante? Es a través de este marco donde creo que, además de pensar un conservadurismo estético, se puede pensar un conservadurismo político en las imágenes de Llinás, y un paternalismo casi explícito. Al fin y al cabo, la ilustración le habla a la barbarie como a los niños, desde arriba.

Entonces, si el prólogo inicial puede pensarse como develamiento de un carácter ideológico que subyace en el film (y a mi primer texto, aún con sus excesos, me remito), la moraleja final es el faro que ilumina el blando andamiaje de todos los juegos y los ludismos que construyen el film, los cuales parecen ser los movimientos de las manos de un hábil prestidigitador para esconder lo que, al final de la proyección, salta a la vista: el film quiere decir e impartir una lección paternalista, quizás más por escandalizar que por otra cosa —eso explicaría el subrayado de los espadachines—. Pero, claro, dejar eso en evidencia no sería moderno ni élégant. Podríamos también ahondar en lo problemático de bucear en una nostalgia por la épica militarista, el “pensar en las batallas como quien piensa / en flores / y pensar una guerra / como un jardin”, o abocarnos en la recurrente europeofilia presente en la poética de Llinás, en especial al respecto de los franceses que hacen todo “con más estilo, como siempre”, un aspecto que, más que representar una tradición ausente y precaria expandiéndose desde la periferia, parece una clausura alrededor de un nicho de elitismo cultural.

Concierto para la batalla de El Tala (Mariano Llinás, 2021)

Weber me achaca: “lo cierto es que acá nadie ganó nada y que los desbalances macroeconómicos que carcomen a nuestro país han destruido los proyectos de liberales, desarrollistas y nacionalistas por igual: es en este marco que Llinás decide expresar su simpatía por los Unitarios, cuando el muerto que camina pareciera ser más bien el capitalismo argentino”. Si hubo algo apresurado en los señalamientos de mi primer texto fue, quizás, el etiquetado de “anti-peronista” para Concierto para la batalla de El Tala, ahora bien, si me atreví a decir que “Llinás se para del lado de los ganadores”, es porque creo encontrar que su poética se acerca a la de los ilustrados defensores del fantasma del “capitalismo argentino”, aquellos que crearon la antinomia con la que un sector poderoso pensó, piensa y pensará a la Argentina.

¿DESENLACE?

“Borges, superando esta realidad, escribió las más liberadoras 
irrealidades de nuestro tiempo. Su estética es la del sueño.”
Glauber Rocha

“Ahora nos toca a nosotros, pero tendrá que ser de otra manera”
Invasión (Hugo Santiago, 1969)

Weber olvida y pasa por alto algo cuando dice que en la poética borgeana, “las relaciones entre Centro y Periferia son desplazadas, subvertidas de una manera en la cual ningún artista de izquierda de la época llegó siquiera a soñar”. Olvida que Borges fue leído por izquierda aún en vida, y aún en trabajos en los que él mismo participó. Pero bueno, creo que hay muchos que olvidan este detalle de Invasión (Hugo Santiago, 1969). Pero hay otra película aún más interesante de Santiago que puede iluminar algunos huecos de nuestro presente y que puede ayudarnos a separar la paja del trigo.

Me alegra mucho el interés que prodiga Weber en su texto a la hora de leer la problemática que gira en torno a la conceptualización del Cine Nacional. Una noción que es una materia esquiva, un constructo con algo de imaginario, algo de inmaterial, de fantasmal, si se quiere, y con mucho de apertura. Es, como bien piensa Weber, “un significante vacío cuyo significado no está predeterminado sino que es el resultado de una (permanente) disputa ideológica”. En este marco, Llinás pisa en falso al pensar que un Cine Nacional es una forma de cuasipropaganda nacionalista, pues nacionalismo y Nación no son terminos análogos o familiares, el primero es una doctrina y lo segundo es un conjunto social, histórico, cultural y político. Estudiar al Cine Nacional es estudiar los procesos de mixtura que se entretejen a través de estas variables y que emergen en pantalla, es adherir a la mirada borgeana de la zona periférica (pues el cine nacionalista es la versión más pobre del Cine Nacional) y es aproximarse al cine crítica e históricamente. Es también, parafraseando a Manrupe, el ejercicio de llenar las baldosas faltantes de la Historia. Por todo esto, y a partir de este marco, se puede arribar al cine desplazado por excelencia, aquel donde la idea de Cine Nacional late, casi paradójicamente, con más fuerza: el cine de los exiliados y expatriados.

El exiliado/expatriado bebe de una tradición, de una historia y de un paisaje del que se encuentra imposibilitado a habitar, que, por motivos políticos e históricos, lo expele. Vive en un gris, en constante tránsito, en una heterotopía, vive en una orfandad pura que lo posiciona en un lugar de censura y de plena libertad al mismo tiempo. Desde este lugar de desplazamiento, es desde donde Hugo Santiago filmó una de las más grandes películas del Cine Nacional: Les Trottoirs de Saturne (1986), o, para los criollos, Las veredas de Saturno.

Otro artista de izquierda que repensó la tradición borgeana fue Glauber Rocha, alguien que entendió, casi como si se tratase de un Cuarto Cine, que la salida se hallaba en las irrealidades, en las fábulas, en los cuentos que liberasen mente y alma de los oprimidos; buscaba cantar, así como los haitianos. Dudo que Santiago haya abonado al completo a estas ideas del brasileño, pero hay algo de esto que emerge de sus películas, en especial de sus dos partes de la inacabada trilogía de Aquilea.

De nuevo: mi disenso con Weber es uno de lectura, en la mía, Concierto para la batalla de El Tala ilustra más de lo que crea, y prefija más de lo que, digamos, sueña. ¿Llinás deja a su film soñar cuando lo clausura con una moraleja paternalista? ¿abre un camino cuando cierra dando cátedra? o tomemos otra vía: ¿Llinás horizontaliza y genera un canto para la unión cuando trollea? (como se dijo mucho) ¿dispersa la maleza cuando filma atomizando todo sentido con sus juegos modernistas? Lo dudo. Hugo Santiago cierra Las veredas de Saturno con uno de los finales más trágicos del cine argentino, uno que se atreve a poner al espectador en el filo de la duda de lo que está viendo, de lo que creyó saber sobre lo que el film propone. Hace de la toma de conciencia final del protagonista, una frecuencia que reverbera en el espectador, expande la película, la deja hablar en la silenciosa e implacable lengua del cine. Soñar y jugar no son sinónimos, de hecho, se encuentran en puntas bastante disímiles ¿El borde que deben empujar los films para ir más allá, no debería ser el de la pantalla misma? El maestro de Llinás hizo irrealidades que pretendieron liberar y reflectar más allá de la sala, mover al espectador haciéndolo complice; allí había un canto de horizontalidad, un grito de “somos todos negros” como el que desea encontrar Weber en el film de Llinás, y como el que deseo encontrar yo también en el cine. Aquí, hoy, en lugar de ese grito, hay una moraleja paternalista dictada con conservadurismo.

El año pasado, en el Festival de Mar del Plata, le preguntaron a Cozarinsky ¿qué será del cine?, a lo que él respondió, seco y conciso: “El cine: sus fuentes, su futuro”. Seamos verdaderos niños revoltosos, Weber, que nuestros padres modernistas sigan con lo suyo. Los abuelos dejan lecciones que se saltan una generación.

Notas

1. https://lasveredascine.wordpress.com/2021/03/25/22-bafici-en-el-polvo-de-este-pais-en-los-escombros-del-cine-apuntes-para-pensar-concierto-para-la-batalla-de-el-tala/
2. http://www.conlosojosabiertos.com/concierto-para-la-batalla-de-el-tala/
3. https://www.asalallena.com.ar/festivales-all/22-bafici-concierto-la-batalla-tala-miguel-peirotti/
4. https://canchadebochas.blogspot.com/2021/03/bafici-xxii-concierto-para-la-batalla.html
5. https://mardelplatafilmfest.com/beta35/libros/queseradelcine.pdf

  • Gracias a Cristian Ulloa, Milagros Porta, Miguel Savransky y Karina Solórzano por sus atentas lecturas y a Pablo por su texto.

© TOMÁS GUARNACCIA | 2021

[Permitida su reproducción citando la fuente]

25 comentarios sobre “22° BAFICI: «Concierto para la batalla de El Tala». Respuesta a Pablo Martín Weber

  1. Ya ves, querido Guarnaccia, a lo que me refería con aquello de las discusiones entre personas de edades distintas. Me escribis en otro lado invitándome a leer tu artículo y a discutir sobre él, y cuando lo hago encuentro una serie de argumentaciones (muy apasionadas e ingeniosas) que demuestran por qué soy un mal cineasta que no debe ser tenido en cuenta no ya por reaccionario sino por la deprimente posesión de una «estética» irrelevante o mediocre. Procedés a dar ejemplos de esas gaffes, de esas panorámicas equívocas y de esas secuencias banales. ¿Qué puede hacer tu invitado frente a esos silogismos? ¿Se supone que salga a decirte «Ah, pero opino, en cambio, que esa panorámica es muy buena. La hice con todo amor»?. ¿»Eh… No sea usted tan duro: ¿No vio aquel monólogo que tanto le gustó a tal o cual crítico»? ¿Eso se esperaba de mí? ¿Que saliera a refutar la inepcia de mi propia obra? A decir verdad, tu laboriosa exposición no admite tampoco que nadie- imaginemos algún tembloroso espectador a quien el film le ha gustado, o le ha parecido al menos bien filmado- diga nada mas que oponer una afirmación a la otra. En otras palabras, mi nuevo y joven amigo, tu crítica habla menos del objeto en cuestión que de vos mismo, de tu fuerza y voluntad de intervención en la escena, de tu habilidad como polemista, de tu futuro como animador cultural- allí cuando Prividera y yo seamos dos viejitos jugando al ajedrez como Xavier y Magneto. Es casi una presentación en sociedad, como las niñas que a los quince bajaban la escalera para ser admiradas por sus futuros candidatos en el baile de COAS. En ese sentido, tengo observaciones y consejos, pero dudo que sea buena idea enumerarlos a la vista de todo el mundo. En cualquier caso, debo decir que -como parece haberle pasado a Fernando Martín Peña- tu exposición ha resultado bastante contundente. No creo, sin embargo, ser yo la persona indicada para seguirte el juego.

    UNa sola cosa (a modo de ejemplo): yo diría que utilizar como mi verdugo estético, aquel que está destinado a demostrar la intrascendencia de mis films, a un amigo querido y muerto a quien extraño casi como a un padre cada día de mi vida no ha sido el más elegante de tus trucos. Como diría un bello personaje de «Las Veredas de Saturno» (que ambos admiramos)
    «Ustedes perdonarán»

    Me gusta

    1. Querido Llinás. Recién veo tu comentario y muchos otros. Estuve todo el día en rodaje, y todavía no llegué a casa, día largo…

      Apenas llego te contesto. Abrazo

      Me gusta

      1. Querido Llinás, ahora sí. Tu comentario merecía una respuesta más fresca de mi parte, vos bien sabes cómo es llegar a casa después de un largo día de rodaje.

        Primero que nada, un par de aclaraciones: como bien indica el título del texto, esta es una respuesta a Pablo Weber; la invitación que te extendí en OA no era una una invitación a un duelo, un “al amanecer a doce pasos” cual western, era una invitación a leer un debate sobre una de tus obras entre críticos que desconoces y que, enojado, como dejaste entrever, desmereciste (con una pizca de paternalismo). Por todo esto, “no esperaba nada de usted”. Ahora bien, si esa lectura despertaba interés y ganas de debatir/profundizar, acá iba (voy) a estar. Agradezco que te hayas acercado, lo tomo como un buen gesto.

        Por otro lado, dudo mucho que mi crítica “habla menos del objeto en cuestión” que de mí mismo, cuando todas mis apreciaciones, lecturas y lo que vos llamás “trucos” (un honor que uses esa palabra) parten “desde la película”. Por supuesto que hay un YO que lee e interpreta, pero creo que sería muy errado atribuir esas palabras justo en un texto donde se intenta desmenuzar y analizar un objeto cinematográfico. También, por esto mismo, y ya te habrás dado cuenta por mi uso de singulares, este no es un texto que da cuenta de que sos un “mal cineasta que no debe ser tenido en cuenta” o de la “inepcia de tu obra” (no se rebaje el precio tanto); acá se discute sobre “Concierto…”, su estética, su política y lo que este “pequeño objeto” puede o no iluminar en el presente cinematográfico y lo que puede o no iluminar una tendencia estética que, a mi entender, está saturada. Muy.

        Después, lo del cumpleaños de 15 me parece una tontería… yo solo quiero hablar de cine, sea como crítico, investigador, eventualmente como “polemista” o en cualquier mesa de un bar. Mi “voluntad de intervención en la escena” es nula. Que hoy esté hablando con usted es circunstancial (tampoco se venda tan caro).

        Al respecto de lo último que menciona: aquí hablamos de cine, de estética, de poéticas. Cuando hablamos de paternidades y herencias lo hacemos en términos artísticos, usted sabe: «- Hubo dos grandes del bandoneón, decía mi viejo: Pichuco, después Piazzolla y ahora viene este -Hubo alguien antes que todos, pibe, ¡Arolas!». Es cierto que sus dos mundos coinciden, no tome mis palabras como punzadas en su vida personal.

        Como esto seguramente siga en otros lugares, y como usted ya excuso su salida, dejo esto acá. Aunque me encantaría conocer sus “observaciones y consejos”.
        Abrazo, querido Llinás

        PD: qué bella imagen la de usted y NP jugando al ajedrez de viejitos. No olviden llevar sus cámaras, ahí tienen una gran película, “Dos potencias se despiden” podría ser un gran título. Pero no pensemos en películas de despedida, ya hay varias dando vueltas y ustedes tienen, por suerte, largo trecho aún.

        Me gusta

  2. Venia a decir que mi propia respuesta a Weber, que espero esta no vuelva superflua, estará pronto en Ojos abiertos, y me encuentro con el comentario de Llinas.
    Permitime decir algo, Mariano, ya que nuestras edades no son muy distintas:
    Es comprensible que sientas que no tenés nada que decir o que prefieras no hacerlo, por los motivos expuestos, pero no es cierto que estas «argumentaciones (muy apasionadas e ingeniosas)» no admiten «que nadie diga nada mas que oponer una afirmación a la otra». En todo caso deberán ser argumentaciones igualmente apasionadas e ingeniosas.
    Cuando decís «tu crítica habla menos del objeto en cuestión que de vos mismo» réplicas con aquello de lo que se te acusa. Lo que no hace menos cierto que esta nota demuestra la «fuerza y voluntad de intervención en la escena» de algo más que un «animador cultural» (dejémosle eso a los tuiteros).
    Ojalá cuando vos y yo terminemos jugando al ajedrez muchachos como este se hayan convertido en referencias críticas. No porque nos ataquen, sino porque sus argumentos sigan siendo igual de «contundentes».
    ¿O preferís que siga reinando el decadente Quintin, que hoy mismo te tira este salvavidas de plomo en Perfil?:
    «La invocación que hace Llinás del ideal unitario como el único camino para redimir a la Argentina y apartarla de su marasmo infantil y bárbaro lo convierte en un trovador solitario»

    Me gusta

  3. Habiendo visto anoche el Concierto y repasado los textos aquí publicados, no me queda más que felicitar a Guarnaccia y Weber por el intercambio, que espero continúe (hago extensivo el reconocimiento al resto de la cobertura del festival en el sitio, que ha sido muy enriquecedora). Quería solamente dejarlo dicho por aquí para no volcarlo en el terreno tan efímero de Twitter, pero también porque me parece injusto hablarle a Guarnaccia desde la letra de Dancing Queen, como si el esfuerzo de sus argumentos fuera un truco para exhibirse como polemista frente a la atenta audiencia. Imagino que a ningún director le debe gustar que los críticos sugieran que ese tipo de maniobras están presentes en sus películas.

    Le gusta a 1 persona

  4. Hola Tomás,
    Me presento, soy Bárbara, actriz principalmente de teatro independiente, quien vos nombras como “la mujer que lee y, claramente, no entiende”. Te aclaro, para tranquilizarte, que soy votante k y luego FDT desde el comienzo de mi vida electoral (tengo jóvenes 31 años)
    Sin querer ser policía del género, me parece que la frase con la que nombras mi participación en la película (aparte de que considero una lectura encerrada en las propias ideas y alejada de lo que se escucha y se ve) es un poco desafortunada al nombrar a quien no comprende como “la mujer”. Dos cosas sobre esto: es bastante claro que estoy leyendo ese texto por primera vez, salvo que creas que “la mujer” lee con ciertas trabas y errores de acentuación. Segundo, a pesar de ser mi primera vez con el texto de Lamadrid, algo de eso que leo me emociona, nadie que se emociona “claramante no entiende”, salvo que dejemos la comprensión solo en manos de las argumentacuiones elocuentes y no también en manos de la sensibilidad, hermoso misterio con el que convivimos los seres humanos.
    A su vez, me gustaria compartirte que la comparación nombrada entre el militar que lucha y la mujer de piernas abiertas, lejos de parecerme burda como a vos, me pareció una bella metáfora poética que, de alguna manera, le da lugar a un género que quedó mayoritariamente lejos de las luchas políticas y más cerca de las vidas privadas (en determindados momentos de la historia occidental) A mi me lleva a pensar que la fuerza no está solamente en manejar con destreza el sable o la espada, ni tampoco sólo son campos de batalla los descampados. Bárbara Kruger tiene una obra preciosa que dice: “My body is a battleground” (mi cuerpo es un campo de batalla)
    Con esto tampoco estoy diciendo que “Concierto…” sea una película feminista, por favor, hago esta aclaración porque vengo leyendo voluntad de categorizar. Lejos estoy de eso, me faltan ganas y biblioteca.
    Simplemente leyéndote sí tuve impulso de aportar mi mirada sobre estas dos apreciaciones. Ambos momentos me parecen del lado de lo sensible, poético, misterioso, no tan simple de atrapar en el lenguaje (un poco egocéntrico tal vez de mi parte decirlo, pero creo que acá eso no importa) y juguetón. Siento también que algo de la poesía se pierde de vista cuando se busca poner a Mariano o a la película de tal o cual lado de la grieta, lo que me parece a mí es que bellamente no queda preso en ninguno.
    Último y para cerrar casi a modo de chiste, me llama la atención todo lo que polemizó la escena de la esgrima, a mi me pareció sencillamente hermosa y me pasó algo viéndola que no puedo explicar.
    Sorprendida gratamente por cómo el “mundo del cine” produce ideas alrededor de una película (desconocía estos blogs por completo y me parecen interesantes) te dejo un abrazo,
    Bárbara, la mujer que lee.

    Me gusta

    1. Hola Bárbara! Un gusto conocerte, lo mismo que a Mariano: ayer estuve todo el día fuera de casa, recién puedo sentarme a responder como se debe (creo que salió duplicado tu comentario, dejo mi respuesta solo en este).

      Me interesan mucho tus palabras sobre la película. Entiendo y agradezco el llamado de atención sobre las palabras en el párrafo donde menciono tu participación en la película. A mi entender era bastante claro que el “no entender” de la frase “La mujer lee y, claramente, no entiende” estaba ligado a la primera cita de “¿Para qué me lo haces leer, o qué es, básicamente?” y al gesto de ponerte un texto desconocido de sopetón frente a los ojos y frente a cámara, más que a las “trabas y errores de acentuación” propios de esa escena. Seguramente te podés emocionar frente a ese texto y “comprenderlo” emocionalmente; pero al ser este un film que trabaja sobre la Historia y ser ese el único momento en el que se muestra a una persona joven hablando (un acento importante dentro el discurrir musical de la película), justamente desconociendo dicha Historia con la que el film viene a ilustrar a sus espectadores con su moraleja, se me hace un momento bastante poco amable de la película, como lo argumento en el texto.

      Me parece muy interesante la interpretación que realizas del momento del “militar que lucha y la mujer de piernas abiertas”, creo que es un punto polémico del film con bastante tela para cortar. En mi texto dejo más preguntas que respuestas (pues ciertamente a mi también me falta biblioteca al respecto), pero no pude evitar sentirlo forzado y un tanto grotesco. El link con Kruger me parece interesante, pero no lo veo tanto, no te voy a mentir.

      Me alegra que hayas tenido en impulso de participar en el blog, espero que lo sigas haciendo. Yo soy tan nuevo como vos en estas discusiones del “mundo del cine”, que son muy interesantes, pero en las que falta más gente joven.

      Abrazo grande

      PD: acá no somos policías ideológicos, no hace falta aclarar nada. No me tranquiliza que votes a FDT porque, a los efectos de discutir/charlar sobre cine, en los términos que se viene dando la cosa, da lo mismo que votes a Macri, a Del Caño o en blanco.

      Me gusta

      1. Hola Tomás,
        Agradezco el buen tono de la respuesta y las aclaraciones. En el mismo tono te aclaro que no es que no hubiera entendido tu texto entero, es que no acuerdo con él. Y eso, desde ya, no está mal.
        Te dejo un abrazo,
        Bárbara

        Le gusta a 1 persona

  5. Muy buen texto Tomás, si bien estoy de acuerdo con algunos de tus planteamientos como el poco dialogo entre las imágenes/intertítulos y del ya discutido prólogo, no estoy así tan de acuerdo con que la película tenga una forma cerrada, univoca y conservadora. Si bien la moraleja cierra el prologo de Lamadrid, la cuestión de los espadachines viene para abrir una nueva completamente, y creo ahí donde se abre el plano final, que obvio por ser el ultimo es muy pregnante pero es el que más carga cinematográfica (a mi parecer) tiene – y la mayoría de las criticas y notas usan, encuentro en este último plano la invitación a ese “ir hacia donde no se sabe”.
    Me parece interesante – quizá ni lo pensó nadie – que vos Tomas usaste el frame con los espadachines alzando las armas, en cambio Prividera usa el frame en los que todavía no tienen las espadas alzadas. Quizás estoy leyendo mucho en esto, («Who knows, maybe you can stare too hard at something, huh?») pero en el ultimo plano de la película encuentro mucho mas misterio que en muchas que vi este año, la verdad que por ese plano la película ya vale la pena que exista, y no olvidemos que no estamos nosotros solos enfrentados a los espadachines, esta también Llinás frente a ellos con la cámara. («You shoot the great places and the pretty people. All those girls and boys. Shoot them dead») Traigo la cita de Other side of the Wind porque el final de la pelicula me llevo instantaneamente a esas palabras, no se por que, saludos.

    Me gusta

    1. Hola, Jesús! Disculpa la tardanza para responder.

      Primero una nimiedad: me encanta lo de los espadachines, lo mío fue pura casualidad, usé este frame porque no tenía otro y porque como mi texto anterior terminaba con esa imagen se me hacía una linda continuidad entre uno y otro. Un berretin editorial. Seguro fue Roger quien se percató de que la cosa iba para largo y prefirió guardar las espadas…

      Respecto a lo que mencionas del ultimo plano no sabría qué agregar para no repetirme. Creo que hay una provocación y un ir hacia «algo», ahora bien, permitime dudar de que no se sabe adónde… Weber lo llamó «trolleo» y otros «trampa», de todas las maneras de «abrir» una película, esa no me parece la más noble. Igualmente, contrario a lo que muchos creen no abogo a una univocidad en el cine, por eso celebro sinceramente que hayas encontrado misterio y entusiasmo en ese plano final. A esta altura es de publico conocimiento que yo no lo hice, que encontré otra cosa, pero esto no se trata de oponer afirmaciones unas sobre otras, como sugirió Llinás, sino de dejar opiniones, preguntas y críticas, como tu comentario.

      Gracias por acercarte. Abrazo grande, me diste ganas de volver a ver la de Welles

      Me gusta

      1. Puede ser que haya una “trampa” ahí también, ojo, sin duda creo que la cuestión de los espadachines es algo que se reformulara con el tiempo cuando las próximas películas de “La Saga…” dependiendo lo que (contra)digan de si mismas.

        Y no se preocupe Prividera, la cita no era a Welles, si no a Jake Hannaford, quien espero Llinás no siga sus pasos.

        Me gusta

  6. Personalmente no entiendo cómo, hablando de cine, un director puede ser mal esteta pero buen narrador ¿De donde es que sale esa categoría entonces? ¿Cómo es que la imagen, su plasticidad, su duración, el uso del espacio, entre tantas otras cosas, no tienen que ver con la capacidad de narrar de Llinás?

    Me gusta

      1. Claro, esto otro no existe; de ahí mi desconcierto, de ahí mi pregunta. Y sí, habría que pensarlas mejor.

        Me gusta

  7. Hola Tomás,
    Me presento. Soy Bárbara, actriz principalmente de teatro independiente, a quien vos nombras como “la mujer que lee y, claramente, no entiende”. Te cuento, para tranquilizarte, que soy votante k y luego del FDT desde el inicio de mi vida electoral. Calculo que sí viste en la película que soy aún joven.
    Quisiera compartirte que esa frase acotada con la que referís a mi participación en la película (aparte de parecerme una lectura encerrada en la propia idea y alejada de lo que se escucha y se ve) me pareció desafortunada al nombrar a quién no comprende como “la mujer”.
    Dos cosas sobre esto: para mi es bastante claro que estoy leyendo ese texto por primera vez, salvo que creas que “la mujer” lee con ciertas trabas y errores de acentuación un texto que ya conoce de antemano. Segundo, a pesar de ser el primer encuentro con el texto de Lamadrid, es evidente que algo de eso que leo me emociona. Pienso que nadie que se emociona “claramente no entiende” , salvo que dejemos la comprensión sólo en manos de argumentaciones elocuentes y no también en manos de la sensibilidad, hermoso misterio con el que convivimos los seres humanos.
    A su vez, también quiero compartirte que la comparación entre el militar que lucha y la mujer que de piernas abiertas, lejos de parecerme “burda” como a vos, me pareció una bella imagen poética, que de alguna manera, da lugar al género que quedó mayoritariamente lejos de las luchas políticas y cerca de las vidas privadas y cotidianas en determinados momentos de la historia occidental. A mi me hizo pensar que la fuerza no sólo está en la destreza con la que se maneja el sable o la espada, ni tampoco son sólo descampados los campos de batalla. Hay una obra preciosa de Bárbara Kruger que dice “My body is a battleground” (mi cuerpo es un campo de batalla)
    Con esto tampoco estoy diciendo que “Concierto…” es una película feminista, ni intento ser policía del género, en absoluto, por favor. Hago esta aclaración porque vengo leyendo voluntad de categorizar. Lejos estoy de eso, me faltan ganas, tiempo y biblioteca.
    Simplemente, leyéndote, si tuve un impulso de aportar mi mirada sobre estas dos apreciaciones. Ambas me parecen que están del lado de lo sensible, poético, misterioso, no tan simple de atrapar en el lenguaje (un poco egocéntrico tal vez de mi parte decirlo, pero creo que acá eso no importa) y juguetón. Como el gato o el viento. Siento que algo de la poesía se pierde de vista cuando se busca poner a Mariano o a la película de tal o cual lado de “la grieta”, lo que me pareció a mí es que bellamente no queda preso en ninguno.
    Lo último y para cerrar, a modo de chiste, me llamó la atención todo lo que polemizó la escena de la esgrima y el espadeo, yo la vi hermosa y me generó algo que no puedo explicar, valoro mucho no poder hacerlo.
    Sorprendida gratamente de como “el mundo del cine” produce ideas tan prolíficamente sobre una película (no conocía estos blogs) y la polémica que generan mis amigos del Pampero en ese mundo y esta vuelta “Concierto…”, te dejo un abrazo.
    Bárbara

    Me gusta

  8. Hola, Tomás.

    Te escribo porque me enteré de que en este Bafici había una película de Llinás leyendo tu nota anterior. Es difícil transitar la programación de esta edición del festival, que manifiesta un descuido estructural e informativo inédito en su historia. Incluso la primera edición, dirigida por De Tella sin una inercia favorable previa, era más cuidadosa para acompañar a los asistentes de una experiencia por entonces inaudita. Después también leí la nota de Prividera en Ojos Abiertos.

    Lo primero que pensé es: «Llinás lo hizo otra vez: ya tiene a una pequeña burbuja hablando de sus ademanes, que es lo único que le importa». Si es unitario o antiperonista, si se refiere al actual gobierno, al anterior o cualunquisticamente a toda la clase política, si es fordiano, si es un narrador fuera de serie o un prestidigitador de opiniones inmediatas, si el plano de los esgrimistas contiene mayor cantidad de misterio que el resto del cine mundial, si es conservador modernista o payaso libertario, etc. Lo que Llinás se propone (y logra) es llamar la atención de una comunidad pequeña que todos los años durante una semana del otoño habla de él, no tanto de sus películas. Su rol en el Bafici es funcional: los que sigan atendiendo este festival en estado de agonía recordarán que en esta edición se debatió sobre «Concierto para la Batalla de El Tala» (no estoy seguro de haber usado las mayúsculas y las preposiciones tal como figuran en el título oficial). Yo mismo caigo ahora en la celada. Comento no exactamente sobre el cine de Llinás sino sobre los comentarios de los que comentan los comentarios de los ademanes otoñales de llinás. Que es lo que en definitiva él busca: que lo nombren a favor, en contra y en tercera o cuarta posición. Es funcional al bafici porque este festival agonizante tiene su llinás anual para cubrir su nicho de controversias. Y Llinás necesita que el bafici lo programe, así logra que durante unos días se hable de él. Ese es el primer nivel de lectura. Sabemos que parte de la representación incluye un debate caballeresco y paralítico entre Llinás y NP. Sabemos que no están de acuerdo pero son dos gentiles esgrimistas (¿será NP uno de los dos espadachines enmascarados de ese plano final, el más misterioso de la historia del cine?).

    Al hablar del texto que atraviesa la larga hora de «Concierto…» no hablamos de la película, hablamos de Lamadrid, de Quiroga, de la Santa Federación, de los Salvajes Unitarios, del banderín «Religión o Muerte», de la Mazorca, de los gobernantes y los niños y lo padres, es decir: hablamos de algunas palabras que aparecen en la pantalla. De ahí podemos inferir que la película es fordiana, aunque eso no signifique exactamente que John Ford iría a hacer -mucho menos a ver- una película con carteles y moraleja. Es fordiana porque… bueno, no sé por qué, pero el adjetivo ya está instalado. También alguien puede conjeturar que llinás añora la época en la que los héroes ponían en juego un estoicismo personal ante una muerte solitaria, oscura, en desventaja. Pero Llinás no añora esa época porque si lo hiciera, no lo diría. Lejos de añorar una época de héroes con una muerte solitaria, oscura y en desventaja, él quiere los reflectores del bafici donde siempre juega de local. Quizá ese mínimo resarcimiento narcisista es todo lo que Llinás necesita, porque no lo vas a ver nunca empuñando la espada para batirse contra enemigos reales: esa tarea sucia siempre la hacen otros. En este caso, la policía porteña empuña el arma que llinás añora. Las películas de Llinás no están junto al gas pimienta que tira la cana de Larreta; más bien se acerca a los canteros con que larreta adorna la zona norte de CABA. Es pirotecnia en el Planetario que se hace pasar por fuego de artillería fordiana.

    Después también comenta Pablo Weber para decir dos cosas muy curiosas: 1) que «acá nadie ganó nada» (refiriéndose al capitalismo argentino), una de las tesis más originales que haya leído sobre las disputas económicas argentinas -a las que ciertamente llinás no se refiere-; y 2) que «Concierto…» esconde los misterios más profundos del mundo y de la libertad» … » con su forma de articular sonidos, literatura, teatro, música y cine: un paso adelante, un agarrar el machete y desmalezar la fría y desoladora llanura». Toda esa tesis referida a una película que transcurre en un ambiente cerrado suena más misteriosa que las obsesiones de Philip Henry Gosse. ¿Tan escondidos estarán los misterios que ni siquiera se advierten, misterios al cuadrado? ¿Yuxtaponer sonido, literatura, teatro, cine y música durante una larga hora implica explorar una tierra incógnita y aventurarse por un rumbo desconocido, aunque haya cineastas que vienen haciéndolo desde hace por lo menos 40 años, con auténtico sentido del ritmo y del color, del silencio y del sentido? (El propio Weber, por ejemplo, desde hace un par de años).

    Leyendo tu segunda nota sobre la película, empieza a aparecer el problema del cine: un producto que se titula «Concierto…» filma a unos músicos tocando un concierto, pero nadie de los que opinan comenta algo sobre la música ni sobre los músicos, porque la cámara no manifiesta el menor interés por la ejecución musical misma, ni sus formas visuales o verbales entablan contrapunto alguno con la forma musical, algo que sí puede encontrarse en los últimos treinta años de Godard o de manera muy diferente pero también muy precisa en «Süden» de Solnicki, lo que desmentiría la intención de Weber de agarrar el machete.

    Uno tiene que terminar viendo la película para participar en la conversación y descubrir que en realidad no importan los unitarios, ni el coraje, ni la muerte solitaria ni el concierto, ni los gobernantes, ni el escritor argentino y la tradición ni el capitalismo argentino en el que nadie había ganado nada, ni por quién votó la mujer que lee. Importa más bien que Llinás aparezca para burlarse de vos y descalificarte como interlocutor de Su Excelencia. Y los canteros de Larreta.

    Muy bueno el blog. Este año será recordado como aquel en el que Las Veredas hizo la mejor cobertura del Bafici agonizante.

    Me gusta

    1. También se podría decir que luego de todo eso venís vos, Cuervo (aunque ya lo han hecho otros también) a descubrirnos la banalidad de la discusión (o del objeto de la discusión), cuando varios discutimos desde el inicio «no exactamente sobre el cine de Llinás», sino sobre lo que deja ver. Lo que descubre a pesar suyo, por ejemplo en los discursos que le salen al paso. Incluido el tuyo.

      Me gusta

  9. Hola, colegas y actrices. Qué lindo lío que se armó de nuevo en torno a Llinás, che. Lo celebro. Siempre se lee buena letra. Y gracias por las menciones a mi crítica en A Sala Llena.
    No vengo a aportar nada más, porque no me atrevería; ya leí en estos buenos textos (y en el brillante de Prividera) todo lo que tendría para decir de la película, aunque discrepe o acuerde con uno o con todos. Celebro el disenso «intra-comentarios» que leo en este debate, por el respeto, como celebro la existencia de un artista con capacidad o sagacidad para la polémica, porque si Llinás no tuviera realmente nada para decir, la polémica se fundiría a negro desde su albor. Los tirabombas solo sobreviven largo tiempo en la televisión.
    Me gustaría aportar mínimamente esto: no creo que Llinás sea clacisista (no recuerdo en qué parte del texto de Tomás -creo que de Tomás- lo leí). Que Llinás fume en pipa, sea erudito en libros históricos y posea una biblioteca ad hoc no lo hace un clasicista, como tampoco estructurar su obra en tres partes significa que esas tres partes oficien de tres actos; no veo correlación narrativa entre ellos, y debería haberla para que sea un recurso clasicista.
    Un abrazo
    MP.

    Me gusta

Deja un comentario

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar